Mirlo era su apodo, por el le conocían,
en el barrio lo temían, pocos con el hablaban.
Pocos con el hablaban, lo que el agradecía,
y los que le susurraban, un mal vicho le llamaban.
Pero hoy todo era distinto, un buen día le esperaba,
diecinueve años cumplía, y dispuesto el ya salía
a llamar a sus colegas,para disponerlo todo,
que no faltase de nada, a ver si los convencía,
para que juntos y en un rato, atracar la gasolinera del Chato.
No sin poca discusión y tras meditarlo un rato,
decidieron aceptar palear la gasolinera el Chato.
Poco podían esperar lo que les iba a pasar,
no sabían al elemento que contaban palear.
El Chato era conocido por tener muy mala hostia.
No se podía esperar que un ejemplar tan vulgar,
pudiera el regentar esa clase de negocio.
Nada más mirarlo un rato,la geta de delataba,
de camello tenía un rato.
Todo el mundo lo sabía, nadie decía nada,
que lo de la gasolina era una pantomima,
para luego en la cocina, comprarle la cocaína,
que de Colombia llegaba.
La noche ya se acercaba, las once iban a dar,
el Chato a su colega daba la orden para cerrar.
Se encontraba distraido, el sueño le apoderaba,
cuando al final despertó, algo frio notó,
y en su cuello le apretaba el filo de la navaja.
Milton firme y decidido y con la navaja en su cuello,
al chato se dirigió, y al oido le decía al chato lo que quería,
y el Chato bien lo entendió, pero el Chato le espetó.
Aprovecha bien y gasta deprisa toda la pasta,
porque no voi a parar hasta hacertelo pagar,
y hasta mí os vais a arrastrar suplicándome perdón.
Nada más se habló del caso, el Chato dijo al colega,
anda dale tu la pasta y que se larguen de aquí.
No se ni como ni cuando una pistola sonó,
el colega que no hablaba, de repente reaccionaba,
y a Mirlo seco dejó.
Los colegas que lo vieron, por pies de alli que salieron,
y Mirlo allí se quedó.
El maletero de un coche fue su fiesta de una noche,
una noche larga fria, el Chato cogió su coche,
Y Mirlo ya no volvió.
